Ávila del Rey, de los Leales, de los Caballeros... Ávila de Santa Teresa y Ávila la bien amurallada, Ávila castillo de Castilla y Ávila, asimismo, del buen comer.

Porque el buen yantar también es un arte y en él tienen justa fama nuestros restauradores, fogones, ventas y demás establecimientos en los que reponer fuerzas y disfrutar del sabor de los auténticos productos abulenses.

Aquí la calidad y el buen sabor empiezan en la tierra, en el sol y en el aire.

En las duras crestas de las sierras, donde la carne de avileño, la carne de Ávila, se enrojece y pierde grasas o donde los pastores realizan sus insuperables quesos de cabra. En las aguas frescas de los ríos Tormes y Alberche o en las gargantas de Gredos, que dan vida a la trucha a golpe de corriente y piedra y que riegan ya los fértiles campos de manzanos y judías de El Barco, ya las huertas de melocotones de Burgohondo y Navaluenga, sin olvidar los buenos nogales de Navalacruz. Aquí la calidad y el buen sabor empiezan en el cálido Tiétar, que presta sus aguas a las higueras, castaños, olivas y cerezos de la vega Sur de Gredos y al pimentón de Candeleda. En las planicies de La Moraña, donde pasta la oveja castellana de excelente leche quesera.

Aquí la calidad y el buen sabor empiezan en el aire seco y puro de valles y llanuras, que cura suculentos chorizos, longanizas, jamones serranos, morcillas, tomos y otros embutidos de primera calidad, o que ve nacer los inigualables lechazos y los futuros tostones de Arévalo, crujientes y dorados, Y en las recias tierras de Cebreros, comarca que cuida la uva del mejor vino tinto, blanco o rosado.

La Diputación Provincial de Ávila, orgullosa de nuestra tierra y de nuestros productos, tiene el honor de mostrarnos hoy en este catálogo, como quien muestra las mejores credenciales y las mejores cartas de presentación a nuestros visitantes.

Somos conscientes de que, a pesar del esfuerzo realizado, el catálogo queda abierto para su posterior ampliación en futuras ediciones, Aún faltan buenos productos con nombre propio, como el garbanzo de las Llanuras para el cocido morañego o sanjuaniego, según dicen en Fontiveros; Los ajos de Las Berlanas, que trenzan magistralmente y desde tiempo indefinido sus ajeros; los orujos de San Juan de la Nava; los deliciosos mantecados y bollería de las monjas cistercienses; las almendras garrapiñadas de Diego Álvaro y, si gustan de todo lo dulce, no olviden nuestras yemas o saborear las mieles artesanales de los más diversos microclimas y espacios florales...

El visitante de nuestras murallas, palacios, castillos, iglesias románicas y góticas, de nuestros conventos teresianos, el visitante de nuestras tierras y de nuestros valles tiene también oportunidad de conocer su sabor en esta excelente combinación de productos de primera calidad y buen hacer gastronómico al calor de los hornos de leña.

Todo lo mejor para una mesa bien servida.